Descubriendo la oscuridad Capítulo 1


Descubriendo la Oscuridad

Capítulo 1
Origami en mi cama


Sonó la alarma del móvil y me di la vuelta en la cama intentando dar con el aparato que me había sacado de mi sueño. Con los ojos entornados miré la hora y volví a dejar la cabeza en la almohada, poniendo los ojos en blanco al ver lo temprano que era: debía ir a la unversidad, este último año no podía permitirme llegar tarde. Me levanté con la cabeza dolorida; era Lunes y el Domingo tengo sesión de cine con las chicas. Llegué tarde y me fui a la cama directa, no había preparado nada de nada y ahora iba con la hora pegada al culo. Me metí en el baño a darme una ducha rápida para despertarme por completo. Cuando estaba ya mas espabilada me miré al espejo: me perfeccioné las cejas y me maquillé un poco. Tenía una piel pálida aquél día y tenía que ocultarlo. Cuando estaba eligiendo la ropa recibí un mensaje al móvil.
Era Lizz, me avisaba de que estaba llegando a casa para recogerme.
"Llegaré en 5 minutos, no me hagas esperar.
Kiss, Lizz."

Me vestí a toda prisa con mis vaqueros ajustados que compré la semana pasada, camisa azul celeste y botas de tacón negras. Sólo quedaba el pelo., me hice una trenza desaliñada y me fui abajo a esperarla.
Entré en la cocina a pillar algo rápido para desayunar. En la nevera había una nota.
"He tenido que irme pronto, tenía un juicio.
Besos, Mamá"

¡Ay, mamá! Siempre con el trabajo, cuando descansarás y estarás más en casa. Vivíamos las dos solas desde que mi padre murió, hará unos cinco años. Era policía y trabajaba en una investigación de la cual nunca nos reveló nada. Era muy reservado con su trabajo. Las causas de la muerte no fueron muy claras, sólo que murió en acto de servicio mientras cumplía con su labor. Desde entonces yo tengo la intriga de saber qué estaba investigando para ser algo de máximo secreto.; quizás por eso despertó en mí la luz del periodismo, para investigar las causas que llevaron a mi padre a la muerte. Mientras pensaba en eso cogí un par de magdalenas y una servilleta del rollo de la cocina. Saqué del frigorífico una jarra de zumo de naranja que me habría preparado mamá y me serví un vaso. Cuando iba a empezar sonó el claxon del coche de Lizz. Qué oportuna, me dije a mí misma. Me bebí de un sorbo el vaso y salí con las magdalenas y la servilleta en la mano a decirle que se esperase un segundo. Subí a por la mochila y bajé a toda prisa, expuesta a matarme por las escaleras corriendo con estas botas. Cuando llegué al coche me saludó con un beso en la mejilla; éramos amigas desde la infancia.

-Se te han pegado hoy las sábanas bella durmiente.
-Tú tienes la culpa, anoche vine muerta y no pude dejar nada preparado.
-Deberías haberlo hecho antes de irnos ayer.

Puse los ojos en blanco con signos de desaprobación por su comentario. Por favor, ella vivía con asistenta, la cual se lo preparaba todo. Yo tenía una casa y una madre a las que ayudar. Vale que mi madre se vale muy bien por si sola, pero tengo que estar encima de ella y colaborar en la casa.

-Bah, no te enfades Casey.
-No me enfado, pero no todas tenemos servicio.
-Eso ha sido un golpe bajo.
-Ya estamos llegando a la universidad, estoy deseando terminarla - dije intentando cambiar de tema.

En la entrada del centro había muchísimos estudiantes, algunos con sus vehículos, los cuales exhibían como si fuesen un trofeo. Lizz no estaba muy entusiasmada, le horrorizaba pensar en pasar un año más estudiando. Ella quería ser enfermera y se moría por hacer las prácticas en el Hospital General de la ciudad, pero tenía que terminar su año y eso le frustraba.

Entramos por la puerta con muchos empujones de unos alumnos descontentos, malhumorados y poco ilusionados; podía ver como la cara de Lizz era un poema de la rabia que le estaba entrando por el cuerpo. Ya en el vestíbulo miramos el tablón de anuncios donde estaban nuestros nombres escritos con las clases asignadas, por desgracia a mí y a Lizz no nos tocó juntas, lo que haría mas insoportable el curso que estaba por empezar.
Una vez en clase me senté en una mesa del fondo intentando tener mi privacidad, lo posible en una clase de estudiantes claro. El transcurso del día fue llevadero, salimos una hora antes por ser el primer día, nos encontramos en el vestíbulo y nos fuimos a celebrar nuestro primer día del último año. Estaba entusiasmada porque pronto iba a poder hacer prácticas en alguna editorial como becaria; sería una oportunidad para poder abrirme paso en el mundo del periodísmo.

Lizz no dejaba de mirar su plato con pocas ganas de comer, lo que me llamó la atención ya que siempre era la primera en dejar el plato vacío.

-¿Ha ido mal el primer día?
-No, es sólo que...
-¿Qué?
-He visto a un antiguo novio que tenía en el instituto.
-¿Y?
-Estaba acompañado.
-Bueno, es lógico, ¿cuál es el problema?
-No lo sé, solo es que me siento...rara.
-Anda come – insistí.

Eran las 16:00 de la tarde: estabamos en casa hablando de nuestras cosas cuando ambas sentimos un ruido en el piso de arriba. Estábamos solas pues mi madre aún estaba trabajando; extrañada subí las escaleras y me encontré con la puerta de mi habitación abierta. Encima de mi cama había unas especies de figuras de papel que llamaron mi atención. No las había visto nunca, eran figuritas de origami, el gran arte Japonés hecho con papel. Llamé a Lizz para que lo viera pero no me escuchaba así que bajé a la planta inferior y se lo dije. Incrédula me siguió hasta mi habitación y miró en la cama, donde para mi estupefacción ya no había nada.

-No puede ser, estaban aquí hace un minuto.
-Puede que te haya parecido.
-No, estaban ahí, yo lo ví, no me lo estoy inventando.
-Estás cansada Casey, puede que te haya parecido verlo.

Refunfuñé y me di la vuelta enfadada, me asomé a la ventana de mi habitación: allí no había nada ni nadie.




Cuando mi mejor amiga decidió irse llegaba mi madre. Lo cual agradecí, la verdad: no me apetecía estar sola después del extraño acontecimiento de esta tarde. Hablé con ella y me decidí a hablar sobre mi padre.

-¿A qué viene ahora ese tema? -Su voz se notaba nerviosa.
-No lo sé mamá, me gustaría saber de una manera más clara que pasó con papá.
-Sé lo mismo que tú sabes, hija, que murió en acto de servicio.
-Pero... ¿cómo? ¿Dónde? ¿Por qué no pude verlo cuando estábamos en el tanatorio?
-Casey, eras una niña, no podías verle así, muerto.
-Nadie mas lo vio mamá, sólo tú. Recuerdo perfectamente que nadie se podía acercar al féretro.
-Cariño, tu padre está muerto, murió cumpliendo su obligación.
-¿Por qué no me cuentas que pasó de verdad mamá?
-Ya te lo he contado muchas veces hija, tu padre murió en medio de una investigación sobre la cual no sabemos nada.
-Está bien mamá. Lo siento.

Le di un beso a mi madre en la mejilla y me fui a mi habitación, quería preparar las cosas para el día siguiente de universidad, no quería volver a ir con la hora pegada y con prisas. Mi madre se quedó en la cocina, sentada sobre la mesa mirando una taza de té que se había preparado. A mí particularmente no me gustaba el té, no le veía el sabor peculiar que todos intentaban hacerme ver.
Cuando tuve todo listo y preparado me metí al baño para cepillarme los dientes antes de irme a dormir; mientras echaba pasta en el cepillo me dio por mirar en el espejo donde vi algo que me hizo dar un pequeño grito.
Una cara... ¿era eso una cara? Eso me pareció ver, creo que esta semana está siendo muy extraña para mí, puede que esté estresada por la vuelta a los estudios, nunca se me han dado bien los comienzos de curso, al ser este el último año tendría sentido estar así. Por suerte mi madre no escuchó nada, cosa que agradecí: no me apetecía tener que explicar el por qué del sobresalto ya que no me creería.

Me metí en la cama y, mirando al techo estrellado que tenía, me dejé llevar por la mente. ¿Y si existiera lo sobrenatural? Hace no mucho vi un programa especial en televisión de los que echan a las dos de la madrugada, por lo menos, en el que hablaban de la existencia de fantasmas, brujas y fuerzas mágicas solo vistas en la pequeña y gran pantalla. ¡Oh!... debería empezar a quitar estas estrellas y lunas que tengo puestas en la habitación desde que tenía 5 años: he crecido, ya no necesito esto. Sin darme cuenta me entregué a los brazos de morfeo con un pensamiento perdido en mi cabeza sobre los seres sobrenaturales.



"No puedo engañarme más, es mi hija, no debo seguir mintiéndole sobre su padre. Pero no quiero ponerla en peligro innecesariamente. Decírselo solo le haría investigar y descubrir un mundo que ni su padre ni yo queríamos para ella. No puedo contarle que su padre acabó despedazado, motivo por el cual nadie pudo abrir el ataúd salvo yo. La muerte quedó clasificada por el sheriff de la ciudad, el cual prefiere mantener estos temas en secreto y, sinceramente, me gusta que sea así.

Firmado: Doctora Forense Melissa. J.Beryer."

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