Seduciendo a mi enemigo +18
Seduciendo
a mi enemigo
Levanto
la vista para ver a través de la parte superior de las gafas.
Intentando no meterme en lo que no me importa, no puedo evitar que
ciertos compañeros me llamen la atención.
Sentada
en su escritorio, mi compañera Eliss casi tiene que solicitar que le
quiten a Ben de encima. Un pesado egocéntrico que se cree con
capacidad de seducir a cualquier mujer que se le ponga por delante.
Piensa que para él nada es imposible. Está tan seguro de si mismo
que es repugnante verlo acosar a las mujeres de esta manera tan sucia
y exigente.
Intento
volver la vista hacía mi trabajo, tengo que entregarle al jefe unos
documentos a primera hora de la tarde y aún no llevo ni la mitad.
Siento escalofríos cada vez que pienso en él, en como me mira, como
me habla, como cada palabra suena a un susurro que me eriza la piel.
Debo sacarlo de mi cabeza antes de que me pille de él y pierda mi
empleo...empiezo a echar de menos a Alice, la antigua jefa.
Estoy
terminando la primera parte del proyecto cuando un boli rebota en mi
mesa e inclino los ojos para mirar a su dueño.
-Ben.
- Suspiro resignada. - ¿Qué quieres?
-Ángel,
¿Quieres tomar algo esta noche? - Poniendo cara de semental.
-Ángela,
Ben. Me llamo Ángela.
-¿Y
bien?
-No
puedo. Tengo trabajo que hacer y terminaré cansada.
-Me
suena a excusa, Ángel.
-Igual
es que lo es. - Dejo lo que estaba haciendo y me quito las gafas. -
No quiero nada contigo, ni Eliss tampoco, ¿cuándo te darás cuenta?
-No me
gusta darme por vencido. - Se pone a mi lado y levanta mi
barbilla.-Me gustas mas con las gafas.
-Vaya,
me alegro por ti.. - Me pongo las gafas y comienzo a escribir de
nuevo en mi ordenador. - Si me disculpas tengo trabajo que hacer para
Aaron.
-No
voy a darme por vencido, Ángel.
Pienso
en todas las maneras posibles que mataría a este fanfarrón de
mierda, cada cual más cruel y retorcida que la anterior. Pero lo que
mas me cabrea es que el muy cabrón está bueno y no puedo evitar
sentir cierta curiosidad.
Dios,
necesito café. No pienso con claridad sin mi dosis extra de cafeína.
Odio a Ben, le odio con muchas ganas y lo último que haría sería
caer y acostarme con él.
Frente
a la cafetera estamos yo y Eliss hablando de nuestras cosas de fin de
semana. Le conté que conocí a un chico que me interesa pero que en
el fondo se que no llegaré a nada con él. Siempre terminan en
fracaso todas las relaciones que tengo y empiezo a perder la fe de
encontrar algo a corto plazo. Me quedaré soltera rodeada de una
manada de gatos que me sacarán de mi soledad, y mi único compañero
de cama será el vibrador que tengo en el cajón de la mesita.
Eliss
siempre se ríe con mis ocurrencias, pero lo triste del asunto es que
lo digo enserio. Hablamos también de Ben, ya se sabe que tomar café
en el trabajo es como estar en la peluquería, tiene su hora y media
de charla, el cual había intentado meterse en nuestra conversación
y había salido escaldado.
Ambas
coincidíamos en una cosa, y era que Ben estaba muy bueno. Pero no
queríamos terminar siendo dos nombres más en su lista de
seducciones exitosas.
Nuestra
charla de marujas tenía que llegar a su fin pronto ya el trabajo que
me esperaba era abrumador, sin embargo la tentación de estar
cotilleando con Eliss me entusiasmaba. Con mucha pena y pesar me tomé
el último trago de café y me fui a mi mesa a continuar con mi
trabajo.
Sobre
la mesa había un papel que antes no estaba. Sin remitente, sin
ningún detalle que pudiera desvelar quien era el autor de dicha
nota. Pero las palabrerías empleadas en el papel blanco que olía a
flores blancas, mis favoritas, me hacían inclinarme por alguien en
concreto, o mínimo sospechar.
Suspiré
metiendo la nota en el cajón, que aunque era tentadora, no quería
dejarme llevar.
Entregué
mi trabajo cuando Aaron me llamó para finalizar el plazo, y pese a
que estaba un poco nerviosa por si me había olvidado algo, todo
salió perfecto. Bueno, casi.
Siempre
que le veía sentado tras la mesa de su despacho con ese traje de
ejecutivo, su barba recortada y su apariencia de empresario serio y
misterioso, una oleada de calor humedecía mis bragas hasta tal
punto, que tenía que cerrar las piernas y apretar los muslos
buscando algún alivio.
Ese
tono de voz que emplea al hablarme, sus penetrantes ojos oscuros
observándome de arriba abajo haciéndome sentir débil, indefensa,
como si de un conejito asustado se tratase. Dios mio, lo que impone
este hombre...¡y es mi jefe! Así no hay quien trabaje tranquila.
Con el
calor apoderándose de lo mas profundo de mi ser y de mi cara, la
cual no podía estar mas sonrojada al recordar la sonrisa que había
empleado Aaron al verme tan nerviosa, salí del despacho. Seguro que
se había dado cuenta de que me estaba excitando sólo con verle, ¡Oh
no, me quiero morir!. Dejo caer la cabeza sobre mi mesa esperando que
ésta me trague de una vez y pueda evitarme humillaciones futuras en
el despacho de mi jefe.
Pero
no, eso no sucede. Para rematar el día me doy cuenta de que tengo
otra nota más y esta vez con una rosa blanca que, aunque quiero
rechazar, cojo y me deleito con su aroma.
El muy
cabrón sabe como intentar camelarse a las mujeres, pero no voy a
caer a ser una perra faldera de él.
Siento
tantos sentimientos que lo único que quiero ahora mismo es
desquitarme con alguien. Miro mi reloj, satisfecha con la hora cojo
la nota, el bolso y me voy a casa. Me pego una ducha rápida, me
arreglo un poco y decido salir antes de que me arrepienta y me vuelva
para quedarme en el sofá.
Con un
vestido de encaje blanco que resalta mi escote, voy dispuesta a
olvidarme del estrés acumulado en el trabajo. Pese a no usar tacones
diariamente, en esta ocasión escogí mis zapatos favoritos que me
hacían 7cm más alta y me los puse, con la suerte de que hacían
juego con la ropa que llevaba.
Llegué
al lugar estipulado en la nota que acompañó a la rosa en el trabajo
y me encontré con Ben. Sabía que era él, por lo que no me llevé
ninguna sorpresa. Su cara derrochaba fanfarronería, una de las cosas
que mas detestaba en un hombre, sin embargo no esperaba que fuese yo
la que marcara los compases en esta melodía que íbamos a crear. Me
acerqué a él, insinuante bajo el mas profundo silencio evitando
expresar nada en mi cara. Le tendí la mano y él, con una sonrisa
triunfadora me la cogió para llevarme dentro del local. Antes de
entrar por la puerta estiré de él.
-No.
Aquí no.
No
opuso resistencia y accedió al cambio de última hora que le ofrecí.
Inclinándome un poco hacía él le susurré en el oído que quería
ir a un hotel cercano, que solía estar mas bien vacío. Con brillo
en los ojos aceptó mi oferta. No quise hablar, no me apetecía
mantener una conversación con alguien que detestaba, sin embargo iba
a mantener relaciones sexuales. Decir que soy contradictoria o rara
sería quedarse muy corta.
Al
parecer comprendió mi situación y mantuvo silencio todo el rato.
Cuando llegamos al hotel e hicimos la reserva para toda una noche,
subimos a nuestra habitación. Nada mas cerrar la puerta me acerqué
a él y arrinconándolo contra la pared puse mi boca muy cerca de la
suya para susurrarle algo.
"No
te soporto, no me caes bien. Sin embargo, quiero follar contigo pero
bajo mis condiciones y no bajo tu influencia de conquistador".
Noté
el nerviosismo que surgió en él cuando mis palabras salían de mi
boca. Tragando saliva asentó con la cabeza dejándome extrañada
ante su reacción. Esperaba un mínimo de queja, duda o resistencia,
sin embargo accedió sin tener que inmutarme lo más mínimo.
Me
separé de él y me subí un poco el vestido sin dejar de mirarle a
los ojos, mostrándole mi liguero de encaje blanco que marcaba mis
muslos. Me lamí los labios mientras sentía que su autocontrol se
desvanecía y que poco a poco iba a caer ante mi. Me sentía como Eva
cuando tentó a Adán en el paraíso con la manzana prohibida en su
mano. Pronto, Ben, comería de la mía.
Acariciando
mis piernas mientras cerraba los ojos, busqué a tientas su mano, la
acerqué hasta ami y la coloqué en mi muslo, por el cual subía y
bajaba despacio, dejando que sintiese mi piel desnuda y suave.
Enganchando
sus manos en el liguero, hizo que me acercara más a él. Cedí una
milésima de control a Ben, el que respiraba con dificultad excitado.
Recogí
mi pelo y lo eché todo sobre mi hombro dejando parte de mi cuello al
descubierto, me puse de espaldas a él y llevé una de sus manos a mi
entrepierna y la otra a un pecho. Acerqué mi cuello a su boca
invitándole a que me saboreara la piel. Gemí y arqueé la espalda
cuando sentí sus manos y su boca marcando mi cuerpo. Podía
experimentar como su erección crecía y golpeaba en mi culo.
Satisfecha y triunfadora sonreí mientras apartaba sus manos y le
miré de frente.
Abriendo
su camisa despacio botón a botón, alargaba el momento de tenerle
dentro de mi. Pasé mis manos lentamente sobre su pecho, notando el
suave tacto contra su piel cubierta de un vello atractivo que le
hacía irresistible. Me pregunté fugazmente como alguien a quien
detestaba me podía parecer tan terriblemente erótico y sensual
ahora mismo.
Llegué
a la cintura de su pantalón y deleitándome en su cinturón comencé
a desabrocharlo mientras me mordía el labio inferior. Me ponía
muchísimo esta maniobra tan simple como era quitar una correa del
pantalón. Su erección luchaba por salir y acercándome a él más y
poniendo mi boca sobre la suya, sin llegar a rozarla, bajé la
cremallera y metí la mano en sus calzoncillos.
Le
acaricié el miembro terriblemente despacio, notando como se derretía
en mis manos y me sentía una diosa para él. La saqué del pantalón
y empecé a masturbarle mientras me acercaba a su oído y le
susurraba... "Trátame como a un ángel y yo te haré tocar
el cielo". Su boca entre abierta dejaba escapar quejidos de
placer y deseo por doquier. Mis palabras le llegaron profundamente.
Cuando
le tenía rendido completamente ante mi, se la solté y me separé de
él para quitarme el vestido. Cubierta únicamente por el liguero
blanco, la ropa interior del mismo color de encaje y los tacones, me
quede frente a él de pie.
Sonreí
con picardía cuando con mi dedo, le indiqué que me siguiera. En el
borde de la cama le empujé dejándole caer de espaldas al colchón.
Me quité la ropa interior y estiré de sus pantalones, quedando él
desnudo de cintura para abajo y la camisa abierta. Con sólo el
liguero y los tacones me situé sobre él a horcajadas, cogí su
miembro y ,colocándole el preservativo con la boca, me lo fui
introduciendo yo misma lentamente, sintiendo cada sensación recorrer
mi cuerpo, regocijándose en mi interior provocándome oleadas de
intenso placer. Mi expresiva cara daba muestras evidentes de lo que
estaba viviendo. En las primeras embestidas sentía como mi estrechez
notaba el ser ajeno que quería invadirle, como poco a poco mi
cerrada, cálida y húmeda carne se abría por y para él. Poco a
poco, lentamente, sentía que iba a matarle de un momento a otro si
seguía de esta manera tan intensa y dolorosamente placentera.
Con
mis uñas clavadas en su pecho subía y bajaba sobre él. Su cara de
éxtasis puro me observaba los pechos que subían y bajaban al ritmo
de mi movimiento, hasta que sus manos los acogieron y empezaron a
masajearlos intensificando el momento.
Sentía
mi orgasmo aproximarse y aceleré el ritmo buscando mi propio placer,
buscando correrme mientras era penetrada por mi enemigo. Gemí sobre
su boca y clavé mis uñas con fuerza cuando sentí que el orgasmo se
estaba apoderando de mi. No tardó en seguirme cuando noté como se
corría dentro de mi y se tensaba y me apretaba el culo con fuerza
contra él.
Cuando
logré recuperar la respiración me separé de él y me di la vuelta
para ir al baño, no sin antes mirarle a la cara y decirle unas
cosas.
-No
quiero mi nombre en tu lista de conquistas. Esta noche soy tu Ángel,
no Ángela, y como tal te he hecho tocar el cielo. Lo que pase en
esta habitación se quedará aquí, entre estas cuatro paredes.
Asintió
aun aturdido sin saber como sobrellevar la situación y yo me metí
en el baño a recapacitar sobre lo que había hecho.
Fin.
Bien narrado, como siempre. Quizás demasiado preliminar para tan poca acción xD
ResponderEliminarUna cosa: "me situé sobre él a horcajadas, cogí su miembro y ,colocándole el preservativo con la boca, me lo fui introduciendo yo misma lentamente"
O es contorsionista la mujer o primero le debería haber puesto el preservativo con la boca y luego sentarse a horcajadas y empalarse, ¿no? Jajajajajajajajaja.
Por lo demás perfecto.